lunes, 5 de noviembre de 2012

I remember India...

 
Todo el mundo nos metió un miedo terrible sobre la India... Comenzando por la cantidad de vacunas que te ponen y las temidas pastillas de la malaria que, estoy segura, son la causa del actual mal funcionamiento de mi estómago. No las pienso volver a tomar nunca. Así que el viaje en avión fue un tanto inquietante. Era nuestra primera visita a Asia y comenzar por la India, la verdad, es que no fue muy buena idea. Os recomiendo comenzar por algún país algo más light.

Aterrizamos en New Delhi a media noche y nada más salir del avión, un ambiente sofocante inundó nuestros pulmones. Vero, mi compañera de viaje, se acercó a mí y me dijo: -¿Es el Savarine o se ve todo como nublado?-. - No, yo también lo veo así- respondí. Después del control de aduanas nos fuimos derechas a por nuestras maletas cuidadosamente precintadas y con una enorme pegatina que ponía "New Delhi". Cogimos nuestro carrito y rumbo a la salida.

Un mar de hindúes esperaban a sus viajeros con decenas de carteles revoloteando. Caos era la palabra. En realidad muy parecido a Fiumicino (Roma), pensé con una sonrisa. Ni en la pasarela Cibeles te sientes más observado. Reservamos el viaje con una agencia que nos funcionó muy bien, siendo guías tanto Vero como yo, tenemos una especial alergia a los viajes organizados, así que seleccionamos una agencia que realiza los viajes a la carta. Nosotras elegimos la ruta, los hoteles y ellos nos dieron grandes consejos y orientaciones, como que lleváramos nuestro propio coche con conductor, cosa que aunque parezca increíble no es para nada caro y sí muy, muy recomendable. El conductor fue nuestro "ángel de la guardia" durante toda la aventura. La agencia de llama Marco Polo.


Una vez en el coche nos presentaron a quien sería nuestro conductor hasta que cogiéramos el tren en Khajuraho, se llamaba Ashok. Yo no podía despegar los ojos de la ventanilla... Un trafico increíble sin orden ni concierto y una ciudad en tinieblas me tenían absorvida: coches antiquísimos, camiones sin puertas laterales cuyas cabinas estaban decoradas con un "horror vacui" absoluto de figuras de deidades, fotos y lucecitas multicolores. Apenas nos parábamos en un semáforo los pasajeros del coche de al lado nos miraban fijamente como si fuéramos marcianos. Recordé que en la guía recomendaban no sostener la mirada fijamente... No me extraña. Tienen unos ojos muy oscuros e increíblemente expresivos, ¡eso siempre es un peligro! Llegamos al hotel Connaugh medio muertas y allí comenzó la paranoia... Ahora cuando nos acordamos nos morimos de la risa, tanto nos habían vuelto la cabeza loca con la malaria y los mosquitos que antes de meternos en la cama nos rociamos enteritas de Relec y nos refugiamos en la cama bajo las mosquiteras. Para un occidental que nunca ha puesto el pie fuera de Europa os puedo asegurar que la India crea una gran inseguridad, las mosquiteras eran nuestro refugio. La verdad es que pensar en el día siguiente, el primero de nuestro viaje de casi un mes, me provocaba un gran desasosiego.
Por la mañana la aventura comenzó con el desayuno, no sabía ni qué hacer con el buffet, ¡todo picaba! hasta el yogurt tenía regustillo a especias.



Ashok nos esperaba en la recepción y nos adentramos en la Vieja Delhi, lo que veíamos a través de la ventanilla parecía el escenario de una película, los harapos se mezclaban con hermosos saris de colores, una silla, un espejo y unas tijetas en medio del caos hacían las veces de peluquerías improvisadas; las humaredas de los pequeños tenderetes de comida y, por supuesto, cada vez que nos parábamos un montón de niños se arremolinaban alrededor de la ventanilla, te partían el corazón y cuando el coche comenzába de nuevo a andar te saludaban con la mano y sus preciosas sonrisas blancas en su rostro oscuro.


(Foto de Vero)
 
 
(Foto de Vero)


Al llegar a la mezquita de Jama Masjid, la más grande de la india, Ashok nos dejó en la puerta, subimos las escaleras que daban al patio y nos encontramos que en la puerta había que pagar (200 rupias). Nos quitamos los zapatos y nos enfundamos unos calcetines viejos, de los cuales os aconsejo que os llevéis una provisión porque las eces de los murciélagos pueden contagiar la rabia y en cada templo tendréis que descalzaros. Entramos en el patio y comencé a angustiarme pensando que la gente comenzaría a rodearnos, pero no fue así. Una sensación maravillosa me inundó, la belleza del lugar es increíble. Comenzamos a hacer fotos y algunas personas se acercaban divertidas para ver através del monitor lo que habíamos plasmado.



Aquel día también visitamos la Tumba de Humayun (250 rupias), el lugar de reposo del segundo emperador mongol y fantástico ejemplo de la arquitectura de este periodo en la ciudad, pero la verdad es que donde disfrutamos como enanas fue en el mercadillo de Lajpat Nagat, el conductor nos quería llevar a otro mercado, más turístico o donde seguramente se llevaría comisión, pero nosotras insistimos en ir aquí y la experiencia fue única. Ni un turista a la vista y miles artículos increíbles: pulseras multicolores (a 50 rupias dos docenas), saris, salwar kameez (El Salwar es un pantalón suelto, ancho en la parte superior, y estrecho en el tobillo, y el kameez es una camisa larga como una túnica que llega a la mitad del muslo), zapatos hindúes artesanales con hermosos bordados ¡a tan solo 200 rupias!...


(Foto de Vero)


Y por la tarde nos fuimos al famoso Fuerte Rojo (Lal Qila), una imponente fortaleza testigo del máximo esplendor del Imperio Mongol, donde encontramos a un grupo de franceses, cuyo guía amablemente nos invitó a seguir su visita. Este grupo de franceses de mediana edad protagonizarían momentos de gran hilaridad durante el viaje ya que coincidimos con ellos en otras ciudadesen los lugares más insospechados. La visita del monumento es altamente recomendable. La verdad es que no recuerdo cuanto cuesta el ticket pues no sé cómo entramos por la cara.


La India comenzaba a entrarnos por los poros poco a poco, una terrible droga este lugar de altos y bajos infinitos, donde la vista puede pararse en la más terrible imagen de la miseria y al girar la cabeza toparse con algo de una belleza indescriptible.

Os dejo con la banda sonora que nos acompañó durante el viaje. Algunas veces ocurre que asocias una canción a un lugar, para mí la India suena así. Y por supuesto alucinamos con los videos musicales de Bollywood!

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